viernes, 19 de febrero de 2010

UNA CARTA... MÍA.

Hola Ensueño :
Hoy es luna llena, y tú sabes que ella siempre estuvo ligada a nosotros, tú la trajiste a nuestra relación, me enseñaste a admirarla, a saber la influencia que ejerce sobre nuestros cuerpos y sobre esta tierra; fueron de las cosas que me enseñaste como tantas y tantas otras. Eso fue nuestra tónica, el aprendizaje, tenías mucho atesorado en tu interior, y cuando el ser humano llega a ese punto, lo que tiene que hacer es devolver su acervo y yo fui tu alumna. Una alumna inmejorable, aplicada pues estaba ávida de aprender. Como un juramento hecho desde el nacimiento, pasaría mi vida aprendiendo, siempre hasta el segundo final en que llegue la muerte que esperaré con la atención completa, para no perderme el significado de ese momento, que desde luego, no volverá a repetirse. La muerte.
Bueno, pues ese día no lo viviremos juntos, porque ya no estás. Marchaste un día, sin dudar, sin titubear, sin maletas, sin discutir tus planes. Simplemente, seguiste tu rumbo cual maestro que termina un curso y cumplido el deber, se va a preparar otra hornada.
Tardé en comprender que esa marcha era definitiva, que esta vez no estabas encerrado en tu ermita, pensando en la inmortalidad del alma y haciendo cálculos entre el costo del barril del petróleo y el efecto que esto tendría en tus empresas. Pero si, era innegable, ya estabas en otro mundo, un mundo al que no me pediste que te acompañara. Me tuve que dar cuenta de que eso que yo creí un compás de espera, en realidad era ya tu ausencia y el dolor llegó poquito a poco, llegó con la desesperación de saber que no estarías mas a mi lado, que no volvería a disfrutar de tu sombra, esa sombra que cobijaba mi alma y la refrescaba y la nutría.
Sí, pasé por esa época de llanto y de nostalgia, las lágrimas acudían con tanta frecuencia a mis ojos cada vez que veía tu foto, que la rompí; con todo detalle, por un sitio, por un objeto, por un hecho, por una prenda, te recordaba, y aunque las lágrimas secaron, todo te trae a mi mente aún.

Por ti sentí la tremenda admiración que yo quería sentir por el ser amado y a pesar de haber ido descubriendo tus defectos, aún así, fueron mas poderosos y atractivos los atributos que veía para admirarte. Porque tú lo sabes, sin admirarte como te admiré, no podía haberte amado.
Fuiste tan juguetón, tan tierno, a pesar de que al mismo tiempo caminaba yo al lado de un rostro de piedra que daba miedo llegar a molestar; dabas una apariencia de fuerza, casi de fiereza, por eso me sentía tan bien a tu lado. Quien iba a pensar que sí, que tuviste esos detalles conmigo, que tus dedos eran de seda cuando me tocaban, cuando tenías la delicadeza suficiente para rozar mis párpados con el leve contacto de un ala de mariposa. Dirán que miento, si digo que con tus labios sabias tocar cada parte de mi cuerpo que querías que recordara eternamente que era amado, y te aseguro que esos espacios a los que dedicaste toda tu atención, aún te recuerdan y se niegan a que nadie los toque, que nadie los roce, que nadie borre esas huellas de sensualidad amorosa que dejaste.
Por eso te amé, porque sabía que me amabas tu, célula por célula, y a tu lado me sentía segura; eras un caballero andante de los que ya no existen, yo creo que porque solo el amor, te reviste con esa armadura.
Te amé, porque tenías dentro de tu callado modo de ser, los conocimientos de veinte bibliotecas juntas, podía yo consultarte, como si fueras mi enciclopedia particular, por eso te amé por tu inteligencia. Esa inteligencia que aprovechaste para construir tu emporio y te llevó….a donde tuvo que llevarte.
Me enseñaste a amar la luna, esa luna llena que ahora brilla en el cielo, gigantesca, y sin embargo, ella jamás fue testigo de los momentos en que compartíamos nuestros secretos, nuestros susurros. Enorme y lejano como luna llena, lleno de promesas e inalcanzable, así te sentía en ocasiones, así te pienso a veces.
¿Y como es la influencia de la luna? ¿exalta, deprime o da tranquilidad? No lo sé, solo se que me enseñaste a amar la luna llena, y jamás la vimos juntos. Y hoy, tu recuerdo está aquí, con tanta fuerza como su resplandor, tan fuerte que has pasado del subconsciente, del olvido, a la evocación… y te recuerdo, para nada, para nada.
Y todo, por no haber querido prolongar ésa unión, ésa unión de amor con la que siempre soñé y de la que te hice depositario.

Amé tu imagen, la ficción; amé como quería que fueras, como te soñaba, con ternura por sobre todas las cosas, caballeroso, respetuoso sin excusa ni pretexto. Así te quería y te encontré, sí, pero ibas de paso, estuviste el tiempo suficiente, para demostrarme que sí existen las ilusiones, que tenemos en el fondo una meta a encontrar, ese ideal humano. Pero ese ideal no siempre se queda con uno, pasa tan solo y se disuelve cuando todavía tenemos el sabor de la miel en los labios y la imagen cegadora del sol nos impide ver, hasta que se desvanece y nos muestra el vacío, tan solo el vacío, y ya no sabes si recordar y agradecer, no sabes si olvidar y odiar, no sabes si fue un engaño, un delirio, un espejismo.
Y pasé el tiempo como moderna Penélope, creando, estudiando, en el trabajo, en los mil y un pretexto para no pensar, esperando, por si cual veleidoso viento volvías sobre tus pasos, con esperanza, esa que cada día era sepultada un poco mas profundo, un poco mas. Esa esperanza, ya no gritaba ¡vuelve!, iba poco a poco convirtiéndose en murmullo, hasta que aun cuando hiciera un esfuerzo, ya no se escuchó mas, ya no brilló mas, ya no se sintió su presencia: esperanza murió, pero dejó paz, la paz de la dicha de los recuerdos, recuerdos que ya no duelen, pero se saborean; recuerdos que provocan una sonrisa porque me di la oportunidad de vivir, de atesorar, aunque la separación me hubiese tomado de sorpresa.

Y pasé a vivir en la rutina del día a día, cada movimiento sin sentir, cada acción llevada a cabo por necesaria, no por gusto; vivir para los demás, para servir, eso sí; siempre dedicada a crecer, siempre aprendiendo porque tu, fortaleciste con tu ejemplo mi plan de vida, aprender, estudiar, solo que ahora tenía yo que construir mis respuestas, porque tu no estabas ya para dármelas. Vivir emocionalmente en compás de espera, una espera que será, hasta la eternidad.

Y, ¿Por qué escribo ahora? A ti no, ya nada espero de ti, escribo para no olvidar lo que sentía, porque se, que la mente un día puede borrarlo todo y yo no quiero, no quiero dejar de recordar algo de ti, por pequeño que sea, quiero recordarlo todo, tu voz, que en todos sus acordes me estremecía; tus ojos, que eran una gama de expresiones y al mirarlos, por si solos me decían que debía esperar : una tarde de romance, de intenso estudio o de pasión. Me decían que había una complicidad pero que también podíamos ser independientes, porque jamás perdimos nuestras esencias el uno por causa del otro. Fuimos, seres completos antes de encontrarnos, y a partir de ahí seguimos siéndolo ayudados por el otro. Ninguno perdió, nada cedimos, no nos modificamos, así nos gustamos, así nos amamos, no había nada que cambiar ni que ocultar. Quiero escribirlo para recordar como soy capaz de sentir las emociones, los pensamientos que generaste, las sensaciones que compartimos, recordar que fui todo contigo, que por una vez, mi ser completo estaba vivo para percibirlo todo, por tu influencia y tu presencia.
Por eso a pesar de que estoy sola, a pesar de extrañarte, completa sigo, creciendo igual que tu, feliz y con fe, fe en mi fuerza, en la bondad de la vida, en la existencia de seres maravillosos como tu y aunque haya tenido la debilidad de extrañarte, me fortalecí, sabiendo que soy capaz de amar, capaz de perder lo amado y seguir adelante.
Ésa es nuestra diferencia, por eso estoy agradecida a la vida, por este encuentro que propició y que me abrió los ojos y por esta relación que me hizo grande. Agradecida con nosotros, que compartimos vida y pensamiento, sin perdernos, sin dañarnos aunque tu y yo sigamos separados nuestros caminos.
Voy a guardar esta carta para leerla y recordarte cuando la memoria ya no funcione, por si se borra de mi mente la mujer que un día fui, y maravillarme con ella y con él, y sonreír imaginando una vida que aunque la haya vivido, se esfume en el viento, como tu y para volver a entender, por qué me gusta tanto, la luna llena. Te amé y aún me amo.
Señora.

2 comentarios:

saiz dijo...

Me gusta lo que dices sobre guardar (en este caso la carta) para poder recordar ese momento cuando la memoria ya no funcione, porque la memoria a veces no borra las cosas, pero si las modifica y adultera. Haces bien en guardar para seguir maravillándote con la experiencia con que un día disfrutaste, para que lo vivido no se esfume ni disuelva.

Blanca dijo...

Espero que sea así Saiz, pero algunas personas, pierden hasta el recuerdo de quienes son esos desconocidos con los que viven, y se dicen sus hijos, es tremendo; igual supongo, que para entonces ya no se sabrá ni leer, no se, y no quiero saberlo, quiero marcharme muuy vieja, y muy lúcida, y leyendo a Saiz, desde luego, jejeje, Gracias por la visita, amigo.